23 de abril de 2014



Cuenta la leyenda que Sant Jordi, un caballero Romano, protagonizó una gran gesta caballeresca salvando a todo un pueblo de un monstruo feroz y terrible, un dragón. Dicen que el malvado monstruo tenía los dones de caminar, volar y nadar, tenía el aliento mal oloroso, hasta el punto que con sus bocanadas de aire contaminaba el ambiente, mataba a quien respiraba a su lado. Y se ubicó en una villa. El tan temido animal, por ganados y personas. Vivía en su cueva, y de allí no salía con la condición de que cada día le llevaran una persona para así no hacer destrozas en el pueblo. Dice la leyenda que el trueque les salió muy bien, tanto que el feroz dragón no se movió de su cueva. Lo más difícil era conseguir una persona que sirviera de presa para el monstruo. Así que decidieron hacerlo por sorteo. Así se hizo durante mucho, mucho tiempo y el dragón se sintió de lo más afortunado y satisfecho, ya que dejó de hacer daño a la villa. 
Pero... un día la suerte quiso que la presa para el feroz animal, fuera la hija del rey. La princesa, joven, bella, fina..hubo habitantes que se ofrecieron a sustituirla pero el rey creyó que no era justo y que si la suerte lo había decidido así, así seria, y con el corazón en un puño, y los ojos llenos de lágrimas, hizo saber y reconoció, “salió mi hija como ayer salió el hijo de uno de mis súbditos”, y se concienció que su pequeña princesa tendría que ser sacrificada. La doncella salió de la ciudad y ella sola se encaminó hacia el gran lago, la cueva dónde residía el dragón, mientras todo el vecindario, desconsolado y afligido, morava desde la muralla como su princesa, el futuro de su villa, iba al sacrificio diario del dragón. 
De pronto, cerca de su destino, se acercó un caballero a ella, cabalgando en un caballo blanco y con una armadura dorada y reluciente. La doncella preocupada, le dijo, “vallase rápidamente caballero, por aquí ronda un monstruo, y está usted en grave peligro”. El caballero le dijo, “no tema bella doncella, no nos va a pasar nada ni a usted ni a mí, mi destino es salvar al pueblo de este miserable dragón y voy a cumplir mi cometido”.
De pronto la bestia salió de su escondite con gran terror de la princesa y gran gozo del caballero. El cuál con un buen golpe con su lanza malhirió a la fiera. El caballero que era Sant Jorge, dio fin a la vida del dragón, el cuál derramo su sangre en el césped verde, en ese lugar floreció un rosal, y desde ese mismo día es tradición regalar una rosa roja a la mujer amada, y ellas un libro a sus caballeros para que no degen de existir las histórias como las que protagonizo Sant Jorge y la doncella de la vila.

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